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"Oh Cristo, nuestro único Salvador, volvimos a ti este año con los ojos bajados de vergüenza y con el corazón lleno de esperanza. Vergüenza por todas las imágenes de todas las imágenes de devastación y destrucción, con naufragios, que se han convertido en ordinarias para nosotros", inició diciendo el Papa, luego del tradicional Via Crucis en el Coliseo Romano.

Hizo especial hincapié, en "la sangre inocente que cotidianamente es derramada, de mujeres, de niños, de migrantes, de personas perseguidas por el color de su piel o por su pertenencia étnica, social o por su fe en Cristo".

"Sentimos vergüenza por las demasiadas veces que como Pedro o Judas te hemos vendido y traicionado, y dejado solo para morir por nuestros pecados, escapando como cobardes de nuestras responsabilidades", dijo, aludiendo a sus dos apóstoles, a quien negara conocerlo en tres oportunidades y al que lo vendiera, respectivamente.

También criticó a los demás miembros de la Iglesia, que se "escandalizaron e hirieron el cuerpo de Cristo, dejando arruinarse el corazón y la consagración".

En otro momento, dijo sentirse avergonzado por "nuestro silencio frente a la injusticia, por nuestras manos vagas para dar y ávidas para quitar y conquistar" y por "nuestros pies veloces por el camino del mal y paralizados por el del bien".

Finalmente, se mostró esperanzado al decir que "el bien vencerá, a pesar de su aparente fracaso".